miércoles, 27 de abril de 2011

Anacondas en parque La Llovizna

Niger Martínez
Ciudad Guayana.-Para algunas personas el parque La Llovizna es el paraíso perdido, en donde estuvieron Adán y Eva, pero para otros un sitio perfecto para meditar y encontrarse con la naturaleza. A pesar de ciertos mitos y leyendas que existen en este lugar de recreación la gente acudió de manera masiva durante los días Santos.
Realmente las anacondas siempre han existido en el parque La Llovizna, lo que sí es un mito que se han comido a niños y personas. Estas culebras de gran tamaño se esconden en las lagunas que apreciamos en dicha maravilla que está en Puerto Ordaz, adyacente a la represa Macagua, turistas y visitantes las han podido ver entrelazadas en los árboles, también comiendo peces, las serpientes atraen a la gente a este paraíso.
Para las personas que acuden con frecuencia a este lugar, las anacondas no son ningún problema, sin embargo, salen aterrados por el descuido y abandono del parque, las áreas verdes están llenas de basura, la cerca perimetral en algunos tramos se encuentra en el suelo, situación que hace que personas extrañas ingresen a la zona para robar peces de las lagunas.
Ciertamente en una leyenda se convirtió la tragedia que ocurrió en este sitio un 23 de agosto de 1964, cuando un grupo de maestros pasaba el puente colgante que había en este sitio, más de treinta educadores murieron; mientras que otros lograron salvarse de las turbulentas aguas del río Caroní. Los educadores venían de diferentes partes del país, para participar en el XIX Convención de Maestros, el Teatro de Sidor, era el lugar del referido encuentro. Luego de esta tragedia el Parque La Llovizna estuvo cerrado por más de dos años, actualmente se puede leer en una placa que colocaron en una de las piedras donde se registró el suceso: “Los maestros caídos en el Caroní son cuota de vida pagada al progreso de Venezuela”. Un puente colgante de madera, en una ciudad nacida al color del hierro.
Fotos: Niger
Toda una laguna llena de peces, una atracción turística

Masiva visita al parque La Llovizna




La mujer de piernas
largas y zapatos grandes

Niger Martínez
Ciudad Guayana.-Es un mito, o una leyenda, lo cierto del caso es que ocurre en la calle Santander del barrio Las Américas, cada cierto tiempo, se trata de una mujer, quien nadie ha visto, pero han escuchado sus quejidos; también un inmenso ruido que hace cuando arrastra los pies.
Algunas personas escuchan sus gritar a media noche, cuando los vecinos salen de sus viviendas no ven a nadie, solo la oscuridad es testigo de lo que verdaderamente ocurre en este sector. Hace más de cincuenta años, las calles de este lugar eran de tierra, las viviendas de zinc y madera, una familia de doce miembros decidió emigrar de Dalla Costa, a esta comunidad.
Cuando estas personas se instalaron en su pequeña casa de madera, los comentarios que se escuchaban eran muchos, uno de ellos, sobre la mujer de las “piernas largas y zapatos grandes”. Los vecinos entre ellos se reunían en sus casas para hablar del espanto, las murmuraciones eran tantas que la gente sentía temor de salir de sus casas en las noches, para aquel entonces, no había televisión; tampoco inseguridad, pero si luz eléctrica y agua potable, aunque el sector carecía de cloacas.
Gritos y llantos
Sucedió cuando nadie creía que pasaría, Pedro Hernández, llegó a su casa pasada las 11:00 de la noche, cuenta que a eso de las doce escuchó un ruido estruendoso que le hizo erizar la piel, abrió la ventana de su rancho y vio a una mujer de una inmensa estatura, delgada, con piernas largas y zapatos grandes que se quejaba a medida que caminaba y arrastraba los pies, otras personas también la escucharon, pero no pudieron ver el espanto.
Los comentarios sobre la presencia del espanto fueron muchos, aunque luego que este lugar comenzó a poblarse de tal manera y las calles quedaron completamente alumbradas, los vecinos se olvidaron de la mujer, pero ella se resiste a abandonar este lugar, continúa apareciendo, la han escuchado en los alrededores del colegio, también cerca de la cancha deportiva, sobre todo cuando en este sitio reina la oscuridad.